El Presidente de la OCDE indica que es el momento oportuno para recuperar el mundo verde

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Los gobiernos tienen una oportunidad única para una recuperación ecológica e inclusiva que deben aprovechar: una recuperación que no solo proporciona ingresos y empleos, sino que también tiene objetivos más amplios, integra una acción sólida sobre el clima y la biodiversidad y crea resiliencia.

 

El mundo está luchando contra la emergencia de salud global COVID-19 y sus ramificaciones económicas y sociales. También está corriendo contra el reloj para evitar la crisis ambiental a la vuelta de la esquina. La pandemia nos ha mostrado la importancia de estar preparados cuando golpean las crisis. También nos ha demostrado que posponer decisiones audaces puede tener enormes costos. No estábamos preparados para la crisis de Covid-19, y estamos aún menos preparados para las inminentes consecuencias de los desafíos actuales y cada vez mayores, como el cambio climático, el colapso de la biodiversidad, la contaminación del aire que acorta la vida y la acidificación de los océanos.

 

A medida que avanzamos hacia la siguiente fase de la crisis de COVID-19 en muchos países, los gobiernos tienen una oportunidad única para una recuperación verde e inclusiva que deben aprovechar, una recuperación que no solo proporciona ingresos y empleos, sino que también tiene un bienestar más amplio objetivos en su núcleo, integra una fuerte acción climática y de biodiversidad, y crea resiliencia. Los paquetes de estímulo deben alinearse con políticas ambiciosas para abordar el cambio climático

y el daño ambiental. Solo un enfoque de este tipo puede ofrecer políticas de beneficio mutuo para las personas, el planeta y la prosperidad

 

El Día de la Tierra nos brinda la oportunidad de analizar de manera exhaustiva la sostenibilidad de nuestros sistemas medioambientales, económicos y sociales, así como la forma en la que interactúan, con el objetivo de crear sociedades más resilientes. Este enfoque integral sobre el bienestar y la salud humana se sitúa en el centro de los análisis de la OCDE. Por ejemplo, el deterioro de bosques y ecosistemas, el rápido proceso de urbanización y el tráfico ilegal de especies de fauna silvestre propician un contacto más estrecho entre personas y fauna salvaje, lo que a su vez expone a los seres humanos a animales portadores de virus por medio de la transmisión zoonótica. La exposición a la contaminación atmosférica incrementa el riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares, respiratorias y del desarrollo, incrementando la vulnerabilidad de las personas y las comunidades, especialmente de las más pobres, a los efectos de la pandemia. La calidad de y el acceso al agua son clave para combatir la propagación de una pandemia, y la gestión eficaz de residuos resulta esencial para minimizar los impactos secundarios de la pandemia sobre la salud y el medio ambiente.

La crisis ha puesto de manifiesto que nuestras pautas de consumo pueden ser más frugales y guardar mayor correspondencia con los objetivos medioambientales. Esta crisis ha recortado temporalmente las emisiones de CO2 y la nociva contaminación procedente del transporte y de la actividad industrial. Por ejemplo, se estima que en China la paralización de la actividad industrial ocasionó en febrero de 2020 una reducción del 25% de las emisiones de CO2, en comparación al mismo mes de 2019. Sin embargo, esta disminución a corto plazo no tendrá impacto a largo plazo sobre los desafíos del cambio climático. Necesitaremos políticas que promuevan y amplíen los beneficios medioambientales que estamos observando. La experiencia de crisis anteriores, entre ellas la Gran Recesión de 2008, demuestra que las reducciones temporales de emisiones han sido compensadas con creces por un crecimiento más rápido de las mismas en los años siguientes.

 

Cuando la crisis sanitaria esté bajo control, la cuestión estribará en saber cómo reactivar las economías y crear puestos de trabajo al mismo tiempo que se aborda el amenazante reto del cambio climático. Sobre esta cuestión, los mensajes son ya muy conocidos, pero cobran ahora mayor relevancia. Tenemos que redoblar nuestras aspiraciones por conseguir una recuperación con bajas emisiones de carbono. Hemos de detener la construcción de nuevas infraestructuras y bienes de capital que consolidan sistemas intensivos en emisiones de carbono, contrarios a los objetivos climáticos a largo plazo. El acceso a financiamiento a bajo costo y la flexibilidad en los plazos de las medidas para incentivar la actividad económica, como los créditos fiscales, pueden ser cruciales para la supervivencia de los inversionistas en energías renovables, por lo que deberían preservarse. Es crucial mantener las señales que transmiten los precios de las emisiones de carbono, las normas sobre emisiones, los impuestos medioambientales y otras normas a fin de ofrecer mayor certidumbre y estabilidad a largo plazo para las actividades, inversiones e innovaciones con bajas emisiones de carbono. El apoyo que se preste a las empresas deberá ir crecientemente acompañado de unas normas medioambientales más sólidas.

 

Asimismo, la crisis sanitaria ha puesto de relieve las desigualdades y la fragilidad de nuestras sociedades. Al comienzo de la crisis, el 40% de los hogares de la OCDE estaban a tres meses vista de caer en la pobreza. En la mayoría de los países en desarrollo, la situación es aún peor. Los niños y los jóvenes en situación de vulnerabilidad son los que suelen llevarse la peor parte. Hemos de garantizar que la recuperación pos-COVID integre las medidas para promover la inclusión con las acciones climáticas y en materia de biodiversidad; de lo contrario, las futuras generaciones no sólo tendrán que reembolsar la enorme deuda que se está acumulando ahora, sino que también tendrán que soportar la carga de capear futuras crisis relacionadas con el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. La pobreza y la desigualdad de rentas pueden limitar seriamente sus oportunidades de resurgir con más fuerza en el mundo posterior a la pandemia del COVID.

 

Una recuperación justa, resiliente y con un nivel cero de emisiones netas debería crear nuevas oportunidades para todos y reducir las desigualdades, por ejemplo, en materia de salud, ámbito en el que podrían conseguirse grandes rendimientos económicos con la mejora del capital humano. Una mejora en la calidad del aire, el agua, la infraestructura de saneamiento, la biodiversidad y la gestión de residuos podría reducir la vulnerabilidad de la población a las pandemias, fortaleciendo al mismo tiempo su resiliencia ante otros tipos de riesgos, incluidos los relacionados con el medio ambiente. Tenemos que incluir también una perspectiva de género en nuestras estrategias y acciones, y centrar nuestro apoyo en los países más vulnerables, que son también los más expuestos al cambio climático.

 

Es preciso aplicar las lecciones aprendidas en otras crisis. Estas pueden contribuir a revitalizar mejores prácticas y a evitar enfoques desacertados. Para acelerar una recuperación equitativa y con bajas emisiones de carbono, en esta fase inicial de la crisis, cabe destacar tres aspectos:

Adecuar las respuestas inmediatas diseñadas durante la situación de emergencia a la consecución, a largo plazo, de los objetivos económicos, sociales y medioambientales y al cumplimiento de las obligaciones internacionales (el Acuerdo de París y los Objetivos de Desarrollo Sostenible). A corto plazo, esto incluye asegurar puestos de trabajo evitando al mismo tiempo la concesión de subvenciones incondicionales a actividades contaminantes.

 

Evitar la consolidación de actividades de altas emisiones y el empeoramiento del bienestar de las personas comprendidas en el 40% inferior de la distribución de rentas. El COVID-19 ha empeorado drásticamente la situación de los grupos vulnerables, tanto en las economías avanzadas como en las economías en desarrollo. Los esfuerzos por construir un futuro inclusivo y sostenible deben priorizar una transición justa hacia una economía baja en emisiones de carbono.

 

Integrar sistemáticamente consideraciones medioambientales y de equidad en el proceso de estímulo y recuperación de las economías. Apoyar a los sectores más afectados y someter las inversiones en infraestructuras a pruebas que verifiquen su contribución a una economía baja en emisiones de carbono de cara al futuro.

Cuenten con el apoyo de la OCDE para una recuperación incluyente, de bajas emisiones y resiliente en el mundo pos-COVID. La protección del planeta es la responsabilidad intergeneracional más trascendental a la que nos enfrentamos a día de hoy.

Ángel Gurría, Secretario General de la OCDE

 

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