Buenos Aires, Lunes, 2 de Octubre
23 junio, 2015 0:00 Imprimir

Los griegos en la encrucijada

 

 

Grecia se encuentra estos días entre la esperanza y el miedo. Por un lado, los griegos escuchan con esperanza los mensajes de su primer ministro Alexis Tsipras, pero la sensación de la calle está más llena de miedo que de esperanza ante las negociaciones de Tsipras en Bruselas..

“Tsipras volverá victorioso y después de unos días nos daremos cuenta de lo que ha firmado. Vamos a tener que remar muchos meses!, dice Andreas, un arquitecto cuarentón que ha pasado de trabajar en importantes obras públicas a hacer modestas reformas en casas particulares que le pagan poco a poco. “Lo único claro es que si no estamos en Europa no hay futuro para nadie”, concluye Andreas.

Yanis H., un taxista de 45 años, afirma que está seguro que habrá un compromiso: “Pero todo seguirá igual. Tsipras ha negociado igual que lo hubiéramos hecho cualquiera de nosotros. Y pagaremos todos y seguiremos pagando y viviendo de prestado. Yo tengo una hipoteca con el banco para pagar mi casa. Seguiré pagando y también seguiré pagando el impuesto inmobiliario (equivalente al IBI, que Syriza prometió eliminar desde este año)”.

Kety, que tiene 55 años y fue dependienta de tiendas de regalo y de una mercería, también cree que habrá acuerdo porque el gobierno “no tiene otra alternativa: el Estado se ha quedado sin dinero y no han encontrado financiación en otros sitios”, en referencia a las presuntas fuentes alternativas de financiación en Rusia y en China. Kety trabaja desde los 22 años, pero se pudo jubilar a los 50 al tener una hija menor en casa (a partir de ahora cambiará el sistema de jubilación y las prejubilaciones). “Si no me hubiera prejubilado a los 50, con 750 euros de pensión, teóricamente lo habría hecho cinco años más tarde con 1.200 euros. Pero la mercería donde trabajaba la han cerrado, me habría quedado en la calle. Ahora por lo menos cobro mi jubilación. Si no hay acuerdo, ni eso”, dice Kety.

Elefthería, un ama de casa de 65 años casada con un fontanero, ve las cosas de otra manera. “Yo me ocupo de mi casa y de mi familia y mi marido no se puede jubilar: tenemos que ayudar a nuestras dos hijas. Se han quedado sin trabajo y sus maridos también. Yo cuido a los cinco nietos que tenemos en total en casa, no hay dinero para guarderías privadas y las públicas cercanas han cerrado por falta de dinero o no tienen plazas. Las hijas tienen préstamos que ahora no pueden pagar, ni siquiera tras renegociarlos con el banco y solo encuentran trabajos con contratos cortos. Los maridos trapichean: llegaron a ganar 200 euros al día en la construcción y ahora que no hay obras, con suerte, les pagan 30 euros al día haciendo chapuzas. Y su marido sigue trabajando con más de 70 años”.

Para aquellos que trabajan para el estado, la situación es aún más alarmante. Vanguélis, que es un policía, está inquieto: “Nos han bajado el sueldo desde el 2010. Cobrábamos antes 1.800 euros en 14 mensualidades y ahora no llegamos a los 1.200 en 12 meses. Pero por lo menos nos pagan. Ahora no sabemos si lo harán a finales de este mes”. Hace ya años que en las comisarías no hay fondos para arreglar los coches patrulla ni para ponerles gasolina, pero él espera cobrar este mes.

 

Fuente: spanish.china.org.cn

 

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