Argentina tiene un solo camino y es el de la recuperación acelerada de la competitividad e inserción en el nuevo escenario del comercio internacional – Dra. Verónica Iesu

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Cada vez más se pone énfasis en la idea de implementar un cambio de rumbo en las políticas de planificación de puertos y vías navegables.

Para dicho proceso las palabras claves son: competitividad, reducción de costos e inversión en infraestructura.

De hecho, y frente a las perspectivas del comercio mundial, el objetivo principal debería ser el de insertar a la Argentina en el nuevo mundo digitalizado y robotizado.

Par ello deberíamos, en forma inmediata, aplicar una política integral de país.

La planificación a la que se hace referencia deberá taxativamente contar con el respaldo político, concediendo al mismo tiempo autonomía de trabajo, para poder llevar adelante las obras necesarias para el incremento del comercio exterior.

En concreto, lo que se busca es colocar a la Argentina dentro del marco de una política de desarrollo y de inversión productiva que permita un crecimiento exponencial de sus exportaciones, en especial, en los rubros relacionados con el agro, el shale oil y el shale gas, como así también de sus minerales como el litio.

En la actualidad hay dos factores que vienen afectando al comercio mundial: uno es el clima y otro es el volumen del comercio, apareciendo, además, un tercer factor que es el de la digitalización y la robotización.

El problema del cambio climático exige acciones concretas, inmediatas y coordinadas que permitan enfrentar de la mejor manera los inconvenientes que ya se presentarán en el 2030.

Un ejemplo de esto es la gran reducción de los glaciares de montaña que se transformaron en agua. Este fenómeno generó que los vientos alisios que están soplando a 1500 metros de altura fueran hacia el Pacífico Sur, como en una especie de tobogán, con la consecuencia de la aparición del Niño. Si miramos el régimen de lluvias con respecto a La Pampa húmeda pasamos de 60 milímetros a 150 con graves riesgos fundamentalmente para el agro.

Por otro lado, la aparición de nuevas rutas marítimas, como consecuencia del cambio climático, significa una reducción de unos 7 a 8 mil kilómetros entre los grandes centros de consumo que se dan en la línea Este –Oeste del norte. Esto va a abaratar en un 25% los costos y la contaminación.

Por otro lado, estamos asistiendo a un nuevo escenario en donde se definen estrategias globales que perfilan el nuevo mundo del desarrollo tecnológico (“cloud computing”) y la alta competencia con una nueva revolución industrial con eje en EE. UU. y Alemania.

Dichos países conforman el vértice del comercio mundial del siglo XXI.

La Argentina siendo que hoy exporta más software que carne, podrá liderar esta transformación digital en la Región a través de acuerdos de cooperación.

En la era digital el impulso capitalista no lo da ni el capital ni el trabajo, sino la intensidad del trabajo a escala global.

El trabajo futuro tendrá que ver con lo creativo, los servicios y el diseño, teniendo en cuenta que casi la mitad de las tareas que conocemos ahora se van a automatizar.

Tenemos que apuntar a un perfil de país de creadores e innovadores y no de manufacturas.

En otro orden de ideas, y en vista a los pronósticos realizados por el Banco Mundial en lo que concierne al ingreso poblacional de aproximadamente 3000 millones de personas para el año 2030, lo que generará un consumo de recursos dos veces mayor, la Argentina deberá prepararse como gran exportador agro-alimentario llevando a cabo inversiones en su infraestructura para poder satisfacer adecuadamente la nueva demanda. Deberá, además, implementar en forma permanente políticas de reducción de costos y de mayor competitividad.

Lamentablemente hoy día nuestra competitividad es casi nula. Si tomamos en consideración lo que dice el Foro Económico Mundial sobre competitividad argentina, sobre 148 países Argentina está en el puesto 104. Desde el año 2007 perdimos 34 puestos. Bajamos unos 70 puestos desde 2003.

Este descenso se debe fundamentalmente a problemas estructurales que se arrastran desde hace mucho tiempo. Entre ellos se destacan la falta de infraestructura adecuada y de servicios de transporte: inversión insuficiente en carreteras traducido en la falta de un plan integral que permita bajar los costos logísticos internos; concentración de la matriz de carga en el autotransporte; ausencia de una red ferroviaria que contribuya a la reducción de los altos costos logísticos; falta de expansión en la capacidad portuaria; problemas crecientes en los accesos terrestres.

Hay que tener en cuenta que si bien el dragado de los ríos es fundamental para reducir costos, debemos destacar que hoy lo más importante es la informatización del río, porque conforme en lo que se va avanzando en la capacidad exportadora del país y de todos los países que transiten la Hidrovía, es necesario un mayor desarrollo en ese sentido. Y las perspectivas indican que en los próximos años estaremos en los 2 millones de toneladas. Evitaríamos accidentes, contaminación en el río y contrabando, elementos que en el comercio exterior se tienen en cuenta para la competencia. Si dragamos hasta Asunción a 10 pies de calado, y si informatizamos el río, vamos a estar bajando un 37% los costos del transporte. Si a esto le sumamos que, como consecuencia de las nuevas rutas marítimas esto va a bajar un 25%, estaríamos poniendo al país en condiciones óptimas para la competencia y para poder abrir otros mercados.

Frente a las perspectivas del comercio mundial Argentina está obligada a definir nuevas estrategias del transporte marítimo pues de lo contrario el puerto de Buenos Aires desaparecerá o se transformará en un puerto feeder.

Otro aspecto al que nuestro país debe prestar atención es que el mundo se está moviendo rápidamente hacia la concreción de nuevos tratados de libre comercio. Muy cerca de nosotros la Alianza para el Pacífico. Dicha alianza, integrada por Colombia, Chile, Perú y México, con el probable agregado de Costa Rica, Panamá y de Paraguay en carácter de observador, ya ha puesto en marcha el funcionamiento de una zona de libre comercio.

Este acuerdo podría incluir a otros poderosos países del Pacífico como Estados Unidos, Canadá, Australia, Japón, China, Corea del Sur, Malasia, entre otros.

Un posible convenio de liberalización entre Estados Unidos y Europa (Acuerdo Transatlántico de Inversión y Comercio – TTIP), que es cada día de más posible concreción, sería una verdadera revolución a nivel planetario. Con incalculables consecuencias negativas para nuestros países del Sur.

Los tratados de libre comercio, si bien pueden crear bloques cerrados, aumentan el intercambio a nivel global.

Los dos países principales del Mercosur – Brasil y Argentina – sin embargo han rechazado estas alianzas. Esto se nota particularmente en el demorado acuerdo Mercosur y Unión Europea, situación ésta que lleva más de veinte años desde el inicio de las negociaciones.

La realidad demuestra que el Mercosur es una zona de libre comercio con muchos problemas por las diferentes políticas económicas de los países miembros. Dicho bloque de países no avanzó en negociaciones importantes con otras zonas comerciales.

Argentina deberá, por lo tanto, abandonar esta postura de no integración la cual requiere mayor competitividad pues de lo contrario quedará totalmente relegada ya sea nivel regional qua a nivel internacional. De ahí la necesidad de fijar una estrategia internacional planificada.

Todo esto conlleva a una sola conclusión: Argentina tiene un solo camino y es el de la recuperación acelerada de la competitividad e inserción en el nuevo escenario del comercio internacional.

Una mayor competitividad arrastra mayores  inversiones las cuales generan a su vez nuevos recursos para todos los sectores, en especial para el Estado a través de una mayor recaudación debido al crecimiento del comercio exterior. Asimismo, la mayor inversión genera mayor desarrollo y viceversa.

En definitiva los países con mayor futuro son los que adoptan una política de crecimiento sustentable basados en la inversión productiva. Ejemplo de esto son Alemania y EE. UU.

Para finalizar, no es necesario contraer grandes deudas para realizar obras de infraestructuras importantes y necesarias. Con inteligencia y planificación las obras pueden realizarse marcando el camino hacia una mayor competitividad.

No hay dudas que el sistema portuario actual es malo en el marco de una política económica macro aún peor. Sólo se vive el presente. Sólo interesa el consumo interno. Lamentablemente no se ha hecho hincapié a alguna política de mediano y largo plazo planificada. Las consecuencias están a la vista y el deterioro argentino está cada vez más marcado. Las salidas a este proceso implican un giro de 180 grados en donde la planificación, la coordinación, la integración y la formación de equipos serán los únicos instrumentos que permitirán a la Argentina volver a crecer.

De esta manera, desaparecerán estas incongruencias que se han adoptado en los últimos diez años como ser que en la Hidrovía no hay barcos de bandera argentina. Es una paradoja que Argentina, siendo la potencia agro-exportadora mundial per cápita, pueda obtener una gran cosecha pero no pueda transportarla y como consecuencia no pueda exportarla.

Estos desatinos y muchos otros marcan que se deberá implementar sí o sí una política de sentido común que evite el absurdo.

Las palabras confianza y unión serán las claves de las políticas por venir. No hay dudas de que los cambios se verificarán y que la Argentina, y en particular modo el sector del comercio y del transporte internacional, volverán a tener un mayor esplendor como en épocas anteriores. En tal sentido, debemos refundar un nuevo país con otros valores, en donde todas las opiniones de los diferentes actores sean tomadas en cuenta.

 

Dra. Verónica Iesu

Octubre 2.017